Asegurada la clasificación, me mudo a un bar que desborda de pasión mundialista. Una vez convocadas, dificultad para controlar las emociones: tras el segundo gol, contengo el impulso de señalar, al gordo que se mofó de la entrada de Palermo, su flamante semejanza con el Toti Passman. (Retomo la actividad física: salgo a correr por el río, estiro la espalda en los aparatos dispuestos generosamente por